Por: Falcón
Todo estudiante al oír este título a las buenas de cambio se
pondría feliz. Que no viniera el maestro Luis tan enojón y que todos los de 2do
estuviéramos solos en el salón hubiera sido maravilloso; pero más que eso, que
pudiéramos prescindir de las Matemáticas en 5 de primaria o de las engorrosas
clases de Química en 1ero de secundaria. Qué también pudiéramos ir vestidos
como nos diera la gana: zapatos rojos, pantalones rotos, maquillaje abundante,
minifaldas. O que sí asistiera el maestro Próspero, Ray o Minerva, pero que
sólo fueran a escucharnos y hacer lo que nosotros les propusiéramos sería
¡wow!: -Maestro, háblennos hoy de su primera novia; o mejor, de las galaxias y
de el gobierno de Hitler; profe Ray díganos de cuando fue médico del deporte en
los pumas de la UNAM; háblennos, maestra de la playa y de si es verdad que hay
más agua por la noche en el mar. Qué el maestro fuera el que trajera a la clase
el material que nosotros quisiéramos ocupar el día siguiente: -Maestro, para
mañana queremos ver una película, o mejor traiga un telescopio para ver las
estrellas; -maestro, mañana invite a Checo Pérez para que nos hable de su
contrato con McLaren, pero que venga en su auto de carreras para subirnos a él;
-llévennos mañana al aeropuerto para conocer como controlan los vuelos…
Parecerían deseos de estudiantes anárquicos, nicolaítas, o
problemáticos, pero es una auténtica postura de psicología educativa que
postuló Carl Rogers. Él planteó nuevos retos en el aprendizaje de la libertad,
limitada por las relaciones de poder establecidas en las prácticas terapéuticas
y educativas tradicionales. Cree fundamental y radicalmente en la persona y en
sus posibilidades. Flavio Mota, en su artículo: La teoría educativa de Carl
Roger; alcances y limitaciones, Revista “Academia”,
http://kepler.uag.mx/temasedu/CarlR.htm, nos dice claramente los dos puntos que
Roger presenta al hablar de la enseñanza no directiva:
a) Hay una confianza en que el cliente (paciente, alumno)
puede manejar constructivamente su vida y solucionar sus propios problemas.
Este supuesto es una consecuencia directa del postulado de la bondad innata del
hombre. Si se deja actuar a la persona, lo que haga, estará bien. Además, la
persona es la única que puede llegar a conocer sus problemas, y, por lo tanto,
la única que puede resolverlos.
b) Por otra parte, cualquier tipo de directividad
(enseñanza, orden, mandato, etc.) podría ser perjudicial para el desarrollo de
la persona, puesto que estaríamos impidiendo su "crecimiento
personal". En otras palabras, no debemos decir al niño lo que debe hacer.
El hará lo que quiera o sienta y eso estará bien. Ni el padre, ni el maestro,
ni el terapeuta deben dirigir la conducta del niño, sólo deben
"facilitarla", esto es, poner las condiciones necesarias para que se
desarrolle.
En la palabra “facilitarla” que utiliza Roger en el punto b)
puede estar la dificultad para llevar a cabo puramente la teoría, ya que el
docente al buscar ser facilitador se convierte en director que insta con los
elementos que brinda a una enseñanza, orden o mandato.
Por otra parte, no podemos ser ilusos, una teoría no puede
de manera pura realizarse, debemos mejor observar los elementos que nos ofrece
para de manera consciente utilizarlos. Esta teoría de Rogers voltea al lado
romántico, a la cara utópica de la educación, donde el estudiante abre caminos,
busca, crea, innova, se cuestiona, parte. La educación no directiva nos ayuda a
revisar en contra parte las influencias, tendencias e ideologías que consciente
y muchas veces malévolamente le hemos metido a la educación; el cómo hemos
mutilado, vejado y tasajeado programas educativos, contenidos, ideas
fundamentales y liberadoras que hoy en día ya no se reciben, imparten o dan en
los salones de clases, que hoy en día esta ausentes de las aulas.
No queremos clases sin maestro, añoramos maestros con clase.
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