Por: Falcón
Platicaba ayer con la pequeña Mía sobre la tesis que está elaborando para titularse en su carrera profesional. Ella se agobiaba porque tenía que presentar a su asesor al menos 30 cuartillas de “marco teórico”, con referencias bibliográficas acordes a su tema de investigación. Ya en mi primera colaboración para este periódico había citado el comentario de aquel maestro que decía que había que leer 100 libros para escribir una cuartilla. Así que, en lugar de “preocuparte” por escribir 30 cuartillas querida Mía, tienes que “ocuparte” en leer 300 libros, esto no para amargarte la tarde o el final de este enero, sino -y aquí la clave- ¡para disfrutar la lectura de lo referente al tema que te apasiona!
Hacer una tesis doctoral, un tema de investigación, una novela, un cuento, artículo, una canción, no es “cortar-pegar”, no es ir a un libro o un artículo de internet “cortar” un párrafo o una página y “pegar” esa parte o ese trozo en tu creación. No quiero decir con esto que lo que yo hago o digo esté libre de influencias o de ideas tomadas de otro ni mucho menos. Yo, tú, él, nosotros, todos recibimos influencias del mundo, -como comentaba la semana pasada-, pero estas habrá que rumiarlas, machacarlas, decantarlas para que en lugar de ir en nosotros como parches mal pegados, implantes prematuros, prótesis de otro, vayan en nuestro torrente sanguíneo, en nuestra mente, en nuestras ideas, en nuestros comentarios, ahí donde no se ven, pero que sustancialmente están.
Le pregunté a Mía qué sabía “Frankenstein”, se extrañó pensando, quizá,- ¿Qué tiene que ver eso con mi trabajo de investigación?-, entre risas volví a insistir que me dijera al menos lo que se le viniera a la mente al escuchar dicha palabra. Ella mencionaba que “era un personaje de terror o algo así”. ¿Qué rayos tiene que ver Frankenstein con las obras de investigación y las tesis de licenciatura? -¡Mucho!-.
En mi anhelo por la lectura, hace 2 años que tenía un pequeño ahorro para comprar libro, no queriéndome equivocar y comprar sólo obras comerciales, sino libros reconocidos por los conocedores, encontré varias listas como “las 100 mejores novelas de todos los tiempos”, “las 50 obras de literatura que han marcado la historia” y otras listas por el estilo. Con curiosidad me dediqué a revisarlas, -¡sólo 3 o 4 de las 50 o 100 había leído!-, de estas compré 4 o 5, ¡para empezar!, una de ellas: Frankentein. No lo niego, igual que Mía, también la primera impresión acerca de la ella era “terror”, pero nada de eso, o quizá sí: terror, pánico, alarma ante cómo el egoísmo llega a crear quimeras que hacen daño a los demás y pueden llegar a matar a su mismo creador.
Mary W. Shelley tenía tu edad, o menos, querida Mía, cuando escribió “Frankestein-El moderno Prometeo”. Sólo te diré de dicha obra, -para que la leas-, que el Doctor Frankestein confeccionó con pedazos de personas muertas un ser, al que dio vida gracias a un descubrimiento de alquimia. Al principio obedecía al doctor, después… después tú misma descubres el desenlace. Hoy sólo puedo decir para la realización de tu trabajo que leas con pasión, cuando descubras algo brillante has alguna anotación, no te preocupes por las 30 cuartillas, lee, disfruta hasta en la premura. La cantidad o el tiempo claro que son importantes, pero más valioso y gratificante es el cariño que le pongas a lo que haces, no para sentirte por encima de los demás, sino para que conscientemente, te sientas pleno y dar lo mejor de ti a los que te rodean.
Platicaba ayer con la pequeña Mía sobre la tesis que está elaborando para titularse en su carrera profesional. Ella se agobiaba porque tenía que presentar a su asesor al menos 30 cuartillas de “marco teórico”, con referencias bibliográficas acordes a su tema de investigación. Ya en mi primera colaboración para este periódico había citado el comentario de aquel maestro que decía que había que leer 100 libros para escribir una cuartilla. Así que, en lugar de “preocuparte” por escribir 30 cuartillas querida Mía, tienes que “ocuparte” en leer 300 libros, esto no para amargarte la tarde o el final de este enero, sino -y aquí la clave- ¡para disfrutar la lectura de lo referente al tema que te apasiona!
Hacer una tesis doctoral, un tema de investigación, una novela, un cuento, artículo, una canción, no es “cortar-pegar”, no es ir a un libro o un artículo de internet “cortar” un párrafo o una página y “pegar” esa parte o ese trozo en tu creación. No quiero decir con esto que lo que yo hago o digo esté libre de influencias o de ideas tomadas de otro ni mucho menos. Yo, tú, él, nosotros, todos recibimos influencias del mundo, -como comentaba la semana pasada-, pero estas habrá que rumiarlas, machacarlas, decantarlas para que en lugar de ir en nosotros como parches mal pegados, implantes prematuros, prótesis de otro, vayan en nuestro torrente sanguíneo, en nuestra mente, en nuestras ideas, en nuestros comentarios, ahí donde no se ven, pero que sustancialmente están.
Le pregunté a Mía qué sabía “Frankenstein”, se extrañó pensando, quizá,- ¿Qué tiene que ver eso con mi trabajo de investigación?-, entre risas volví a insistir que me dijera al menos lo que se le viniera a la mente al escuchar dicha palabra. Ella mencionaba que “era un personaje de terror o algo así”. ¿Qué rayos tiene que ver Frankenstein con las obras de investigación y las tesis de licenciatura? -¡Mucho!-.
En mi anhelo por la lectura, hace 2 años que tenía un pequeño ahorro para comprar libro, no queriéndome equivocar y comprar sólo obras comerciales, sino libros reconocidos por los conocedores, encontré varias listas como “las 100 mejores novelas de todos los tiempos”, “las 50 obras de literatura que han marcado la historia” y otras listas por el estilo. Con curiosidad me dediqué a revisarlas, -¡sólo 3 o 4 de las 50 o 100 había leído!-, de estas compré 4 o 5, ¡para empezar!, una de ellas: Frankentein. No lo niego, igual que Mía, también la primera impresión acerca de la ella era “terror”, pero nada de eso, o quizá sí: terror, pánico, alarma ante cómo el egoísmo llega a crear quimeras que hacen daño a los demás y pueden llegar a matar a su mismo creador.
Mary W. Shelley tenía tu edad, o menos, querida Mía, cuando escribió “Frankestein-El moderno Prometeo”. Sólo te diré de dicha obra, -para que la leas-, que el Doctor Frankestein confeccionó con pedazos de personas muertas un ser, al que dio vida gracias a un descubrimiento de alquimia. Al principio obedecía al doctor, después… después tú misma descubres el desenlace. Hoy sólo puedo decir para la realización de tu trabajo que leas con pasión, cuando descubras algo brillante has alguna anotación, no te preocupes por las 30 cuartillas, lee, disfruta hasta en la premura. La cantidad o el tiempo claro que son importantes, pero más valioso y gratificante es el cariño que le pongas a lo que haces, no para sentirte por encima de los demás, sino para que conscientemente, te sientas pleno y dar lo mejor de ti a los que te rodean.