Hola amigos lectores de nuestro semanario "El Águila del Río Lerma", ahora nos toca hablar de los valores de la generosidad y de la gratitud, valores que nos ayudarán a ser personas de bien y sobretodo personas de humildad.
Generosidad:
Levanta del suelo la acémila de tu enemigo, si la encontrares tirada en el camino.
Focílides.
Por: Dulce Guadalupe Amezcua Gómez
Rostro del Torneo
La generosidad tiene que ver con compartir lo que uno tiene con los demás, por propia voluntad y con la alegría de dar. No se refiere solamente a los bienes materiales o al dinero, sino a nuestros conocimientos, nuestros pensamientos, a todo aquello que pueda traer un beneficio a quien lo necesite.
El don de la generosidad es raro hoy en día, cuando toda la gente parece querer algo a cambio de lo que da. Porque quien es generoso es también desprendido y desinteresado. Encuentra placer en repartir con sus semejantes lo que ha sido dado.
Y en realidad, la generosidad no necesariamente tiene que ver sólo con las grandes cosas, sino que se manifiesta en esos pequeños detalles que no nos cuesta nada dar, y que pueden hacer la diferencia entre un día triste y otro lleno de sol.
Cosas como sonreírle a la gente: haz la prueba y verás que la mayoría de las personas responden a tu sonrisa. Cosas como decirle a un amigo una palabra de aliento cuando se siente decaído o abrazar a alguien al saludarlo. Cosas como reconocer el mérito de alguien y felicitarlo por lo bien que lo hizo; o darle ánimos cuando tropieza y ayudarlo a levantarse.
La generosidad es un valor que, al aplicarse, hace que la gente brille y las relaciones se fortalezcan. Más generosidad y menos egoísmo asegurarían, para el mundo, un futuro mucho más promisorio y feliz.
Gratitud:
La satisfacción de encontrar a un solo agradecido, compensa las amarguras de muchas ingratitudes.
Modesto Lafuente.
Por: Sandra Marily Amezcua Gómez
Rostro del Torneo
Alguien dijo alguna vez, con amargura, que si quieres perder un amigo, le hagas un favor. Aludía a la ingratitud que reina en el mundo, y al hecho de que la gente se olvida de quien le hizo un bien en un momento de su vida.
La gratitud es un valor en crisis. No es el hecho de decir “gracias”, sino de sentirlo verdaderamente, con el alma y el corazón.
Si la gratitud es una cualidad que ennoblece, la ingratitud es un defecto que denigra, y “el peor de todos los vicios”, como decía Miguel de Cervantes Saavedra en boca de su Don Quijote.
No caigas en la trampa de la ingratitud. Agradece la ayuda, el obsequio, el favor que te hacen. Agradece esas palabras de aliento, esa sonrisa, esa demostración de apoyo. Agradece el amor que alguien te demuestra, el sacrificio que alguien hizo alguna vez por ti. Siembra gratitud y cosecharás amistades imperecederas.
Parte de este valor de la gratitud es agradecer a la vida todo lo que te ha dado, sea bueno o malo, porque ésa es su manera de mostrarte tus errores y de poner a prueba tu fortaleza, de prepararte para superar todos los obstáculos.
Quien no agradece tiene poca estatura moral. Se trata de un espíritu poco evolucionado que, a fuerza de ingratitud, acabará quedándose solo.
La gratitud es la respuesta del alma a la generosidad y a la caridad. Porque así como hay que saber dar, también hay que saber recibir. Tanto dar como recibir tienen cada uno su magia especial.
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